martes, 31 de mayo de 2011

La recta final y el impasse puneño



En el último tramo de campaña pareciera que los dados ya han sido lanzados. Las encuestas revelan un empate técnico entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori, el mismo que se reafirma si tomamos en cuenta el voto del extranjero, posiblemente ventajoso para Keiko, y el voto rural recóndito, posiblemente ventajoso para Humala.  Además, el debate presidencial del domingo aparentemente no ha logrado modificar en una medida notoria las preferencias electorales, según una mayoría de opiniones de analistas nacionales. En ese contexto el resultado electoral es de reserva absoluta. Sin embargo, queda un aspecto grave por explotar: el elemento puneño, el cual parece ser la última silla del baile. El que no se sienta, se queda afuera. El tema es mucho más complejo de lo que aparenta. 



Una primera lectura del tema puneño apunta a sacar a relucir un reclamo que ya viene de bastante atrás y que es respaldado por una porción importante de la sociedad civil peruana: el rechazo a la actividad minera.
Sin embargo queda claro que éste no es el tema central de las protestas. Como puede constatar el lector, los debates en los medios no se han centrado en si se debe o no se debe permitir la minería en Puno, y por extensión, en el Perú, como sí se ha discutido hasta el cansancio en la última década. El tema se ha dado, pero enmarcado siempre dentro de una motivación política del asunto. 
 
La motivación política parece ser, superficialmente, incierta. Por un lado los humalistas acusan a los fujimoristas de azuzar dichas revueltas con el argumento que se pretende viciar la elección al impedir que un importante número de votantes acuda a las urnas el próximo 05 de Junio, lo que perjudicaría a la candidatura de Humala, dado que Puno es una región que vota por Humala de manera masiva. Por el otro lado, los fujimoristas acusan a Humala de utilizar este argumento para desconocer una eventual derrota en las urnas y de crear un foco de atención que favorezca su candidatura.

¿Quién tiene razón? Pues al parecer ambos bandos tienen un grado de razón, lo que convierte a la situación puneña en un potencial elemento definitorio de la competencia electoral. 

Instrumentalizado adecuadamente el conflicto puede servir a los intereses de Humala para señalar varios puntos, más allá de lo perjudicial en los resultados electorales de la ausencia de votación del pueblo puneño. En primer lugar puede permitirle mostrarle al pueblo peruano los efectos “nefastos” del sistema que él asocia, de manera simplista y demagógica, con la “minería”, concepto vasto que abarca una gama amplia de operaciones que él confunde, deliberadamente, con el “capitalismo extranjero” que se opone a su pregonado nacionalismo. Aquí podría esgrimir los argumentos ambientales, social-excluyentes y contrastar las ingentes utilidades de las operaciones mineras, con la pobreza de las comunidades circundantes y reavivar su discurso radical en la última recta, apelando al voto emotivo, que es el que aparece con mayor fortaleza en el último tramo y que, efectivamente, podría definir esta elección. Claro, si al gobierno se le ocurre intervenir utilizando las fuerzas del orden – algo que parece decidido a no hacer – y esto causa alguna víctima mortal, la suerte estaría echada para el lado de Humala, por causa de asociar la violencia del aparato estatal con el sistema imperante y de la percepción de continuidad con la que se asocia a la candidata de Fuerza 2011.

Por el lado de Keiko, el asunto es un tanto más complicado de instrumentalizar, pero también puede tener réditos. Las imágenes del fin de semana de un Puno sumido en el caos y en el desamparo producto de violentas protestas, también puede generar una reacción en el electorado urbano, reticente a la violencia y que aspira más bien a un orden que representó A. Fujimori en la década del 90 al acabar con el terrorismo. Se sabe que los manifestantes tienen una inclinación pro-humalista, con lo cual muchos medios de comunicación e individuos de la sociedad civil no han dudado en confundir a los protestantes con humalistas (incluso hay fotos en las que se les muestra con banderines de Gana Perú, que luego fueron estratégicamente retirados). La impresión de un Humala poco comprometido con el pueblo puneño que sufre estos desmanes, al no intervenir y actuar de manera cautelosa y casi desinteresada, puede repercutir negativamente en su imagen si Keiko logra asociarlo con la violencia y el caos. Algo que ya ha comenzado a calar en el electorado.

Si bien es cierto que, según todas las encuestadoras, un casi 90% de los electores ya definió su voto y sería muy difícil cambiarlo, aún queda una porción del electorado que podría decidir el suyo en base a este tipo de acontecimientos, que generan sentimientos y producen un voto pasional. Normalmente este tipo de voto también tiene en cuenta otras variables, pero un elemento detonador es el que inclina la balanza.

Por esa razón no solamente el conflicto en Puno, sino todos los gestos, movimientos y metidas de pata de los candidatos y de sus asesores deberán ser milimétricamente medidos por los asesores de campaña, ya que un pestañeo puede costar la elección.

Nada está dicho y, por el bien de la democracia, esperemos que el conflicto en Puno se resuelva, o que se garantice una tregua por el período electoral – la acción más hábil que podría lograr el ejecutivo para no otorgar demasiado en la negociación – y que esto no de pie a mayores insinuaciones de fraude que el humalismo se apresuró en ventilar, cuando no creían que las ventajas se acortarían en esta recta final.

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