jueves, 6 de octubre de 2011

El Perú frente a la crisis internacional

                Al parecer han sido necesarios un par de meses post-electorales para calmar las aguas, darle seguridades a los inversionistas y retomar la senda del modelo peruano, anunciando que se terminará el año con un crecimiento aceptable entre el 6% y el 7% del PBI, lo que es positivo dado el panorama internacional, pero que se aleja de las tasas asiáticas cercanas a los dos dígitos que alcanzó el gobierno aprista en más de una oportunidad. Mientras las calificadoras internacionales anuncian que el Perú inspira confianza y se divulga una ambiciosa cartera de proyectos por U$70,000 millones para el próximo quinquenio, una importante voz de alarma se alzó en estos días, pasando, desgraciadamente, bastante inadvertida: nada más y nada menos que Julio Velarde, el presidente del BCR anunció que el Perú iba a estar “al borde del abismo” en los próximos dos años, pero que “no va a caer”. ¿Qué significa estar al “borde del abismo”? ¿Qué no vayamos a caer, quiere decir que seguiremos volando? Y cabe preguntarse, claro está, dentro de ese contexto, ¿Cómo manejará Ollanta Humala su agenda de crecimiento con inclusión social en este angustiante escenario mundial?


                La frase de Velarde debe ser tomada en su contexto más puro dentro de la política monetaria. Como bien dijo el presidente del BCR: “no hay políticas monetarias de izquierda ni de derecha”. Es completamente cierto. En el mundo de hoy sólo hay dos tipos de políticas monetarias: las responsables y las irresponsables. Aquellas que privilegian el manejo claro y previsible y mantienen una inflación a raya, permitiendo importantes tasas de crecimiento, como ha sido el caso del modelo peruano o chileno en la última década, con contadas y justificadas excepciones, o  aquellas que privilegian las políticas asistencialistas y populistas, demostrando que no hay ninguna autonomía de la entidad rectora de las políticas monetarias con respecto al gobierno de turno, como es el caso venezolano o boliviano y sus conocidas consecuencias.

                En ese sentido el Perú no va a caer al abismo, en el ámbito de las políticas monetarias. Sin embargo si estaremos al borde del abismo, lo que quiere decir que el manejo será volátil, y requerirá que el Perú invierta una parte importante de sus recursos provenientes de las reservas internacionales que hoy bordean un impresionante monto de U$50,000 millones (alrededor de un 30% del PBI nacional). Pues para eso mismo están, y no para adelantar pagos de la deuda como se hizo en otros países en años recientes. La inversión de esos recursos impedirá la volatilidad del tipo de cambio, favoreciendo una estabilidad que garantiza un equilibro entre la competitividad de las exportaciones y el poder adquisitivo de la población. Asimismo también permitirá inyectar liquidez en el sistema financiero, en caso éste lo necesite. Recordemos que las reservas internacionales del Perú superan, y por un amplio margen, el total de la deuda nacional. Es decir que el Perú podría pagar el 100% de su deuda y aún así contar con recursos restantes de las reservas internacionales, lo cual es una situación extraordinaria para un país como el nuestro, inserto de cuerpo entero en el mundo globalizado.

                Sin embargo lo que sí queda claro es que la época de vacas gordas terminó y ahora empieza el momento de ajustarse el cinturón. Eso puede complicar en gran medida las expectativas del gobierno entrante que pregonó “crecimiento con inclusión social” hasta el cansancio y se comprometió, frente a la Nación, a respetar las grandes líneas de éxito del modelo peruano, lo cual ha sido ratificado con el nombramiento de técnicos con grandes capacidades en el manejo macroeconómico y monetario como lo son el Ministro de Economía Miguel Castilla, el Presidente del BCR y su renovado directorio. Igualmente se ha propuesto continuar con la  búsqueda de apertura de nuevos mercados, aspecto central del éxito de la economía nacional en los últimos años, cristalizado con el nombramiento de un Ministro de Comercio Exterior vinculado al sector exportador. Se ha anunciado ya que se buscarán negociaciones para un TLC con la India. 

                Pero si bien todos estos esfuerzos darán resultados en el mediano y el largo plazo, lo cierto es que durante el tiempo que dure la, al parecer casi inevitable, crisis internacional el Perú tendrá que hacerle frente al mal tiempo y no necesariamente con buena cara. Los conflictos sociales en el país sólo le han dado una tregua al nuevo mandatario, pero muchos sectores ya empiezan a agitar banderas harto conocidas en nuestros horizontes. El problema es que la cercanía del partido nacionalista con estas bases que reclaman cambios constitucionales, rigidez laboral, que se oponen de manera ideológica a la inversión privada – cabe señalar que esto no es una generalización, es cierto que hay poblaciones seriamente afectadas por daños socio-ambientales causados por la industria extractiva, así como empresas que incumplen con las normas vigentes, pero también es cierto que existen grandes organizaciones que se mueven bajo intereses oscuros y responden a una lógica ideologizada, lo que dificulta el diálogo y, por ende, la resolución de los conflictos – ha generado una expectativa completamente comprensible en ellos. Muchos grupos se sienten legitimados por el triunfo del partido nacionalista. El verdadero conflicto vendrá cuando el gobierno, presionado por sus antiguas bases, tenga que decidir entre el “compromiso con el Perú” o el pago de favores a las bases que le dieron la victoria electoral. Lo que no significa otra cosa que dar verdadera rienda suelta a lo que siempre ha sostenido la doctrina nacionalista.

                El contexto previsible es el de una crisis internacional que afecte los precios de los commodities a la baja, lo cual repercutiría en los ingresos fiscales del gobierno. Particularmente en lo referente al publicitado monto de U$3,000 millones adicionales cobrados a la industria minera, según un nuevo tributo que se basa en las utilidades. Si los precios bajan, las utilidades bajan y el monto tributado también baja, sin hablar de lo recaudado por concepto del impuesto a la renta y otros montos transferidos por las industrias extractivas al Estado central y que representan casi la mitad de su presupuesto. Ello podría exasperar al presidente y a los cuadros del partido nacionalista que nunca han pregonado las políticas económicas que están manteniendo los técnicos antes mencionados, y que han significado ingentes beneficios para el país. 

                En esa encrucijada el presidente tendrá que decidir si recurre al facilismo de las políticas asistencialistas y a los cambios normativos que defienden sus bases reales, traicionando así su compromiso con el Perú, en pos de una paz social ficticia – ya ven ustedes cómo le va al gobierno de nuestro vecino Evo – y de corto plazo, lo cual afectaría gravemente la senda del desarrollo trazada por el país esgrimida sobre valores democráticos y liberales, o si resistirá a estos embates – lo que será visto como una traición por sus bases – y  continuará firmemente con estas políticas de Estado, a pesar que no vaya a poder implementar sus políticas asistencialistas tan anunciadas en la campaña y que llevarían, supuestamente, a la inclusión social, por falta de recursos y necesidad de política fiscal. 

                El futuro del país es ciertamente imprevisible, eso lo sabe cualquier peruano, sin embargo en este caso la crisis internacional podría ser nuestra mayor bendición o nuestro peor enemigo circunstancial: si por un lado, a pesar de la crisis y de los problemas que ésta traerá, sin duda, a la gestión Estatal, el Perú se mantiene firme en su sitio y resiste el embate con serenidad y seriedad, como lo proponen nuestras autoridades monetarias y macroeconómicas, entonces retomaremos la velocidad crucero después del hueco de aire, pero si, por el contrario, la crisis es tomada como una excusa para salirse de las sólidas políticas macroeconómicas de éxito del país, y esto se hace con un importante apoyo popular, en ese caso nuestro respetado y respetable presidente del BCR se habrá equivocado y nos encontraremos, rápidamente, al fondo del cañón del Colca.

1 comentario:

  1. ¿Por qué no dejan que Humala haga su trabajo tranquilo? Las críticas son fáciles, pero el manejo del Perú no es una tarea sencilla! La derecha siempre reacciona cuando sus intereses se ven afectados.

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